En 1992, trabajaba como guionista de historietas en Editorial Ejea y colaboré en un breve número especial de U2, realizado con el pretexto de la primera visita a México del cuarteto irlandés. Acababa yo de publicar en El Financiero la traducción de las letras del Achtung Baby y le propuse a Jaime Flores republicarlas en su especial. También le solicité escribir el texto principal del número, pero no confió mucho en mí y prefirió dárselo a Pablo Queipo, en aquel entonces director de la chafísima revista Rock América y mejor conocido –irónicamente, por supuesto- como “El Jann Wenner mexicano” (Pepe Návar lo bautizó así). Ni modo.
Poco después, se me ocurrió retomar mi vieja idea de hacer una revista de rock y en diciembre de 1992 se lo comenté a Jaime Flores. “Preséntamela por escrito”, me dijo. En dos hojas tamaño carta, escribí entonces -en mi vieja maquina Olivetti Lettera- el proyecto y se lo mostré a una linda chavita de veinte años que trabajaba en la misma editorial, como redactora de la revista musical de pop Atrevida. Su nombre, Karem Martínez. A Karem le encantó la idea, me sugirió algunos cambios, me ayudó a hacerle algunas adecuaciones y ella misma le llevó aquellas dos hojitas a Jaime. Todavía no sé qué tanto le debo a la labor de convencimiento de quien hoy sigue siendo mi gran amiga para que Jaime Flores haya terminado por aceptar y dar luz verde a aquella incipiente revista de rock que ni siquiera tenía nombre.
Lo que sí creo es que, sin la existencia del aquel especial de U2, La Mosca en la Pared quizá nunca hubiera existido.
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