miércoles, 15 de diciembre de 2010

¿… y dónde está El Pantera?


Hace casi veinticuatro años, a principios de 1987, El Pantera entró en mi vida. Lo hizo de manera impensada, inesperada, pero altamente satisfactoria y divertida. Me explico.
En plenos años ochenta, El Pantera era una de las historietas más exitosas de editorial Vid, la misma que producía Memín Pingüín, Lágrimas, Risas y Amor y Rarotonga, entre muchos otros títulos. Yo tenía cuatro años de colaborar como “argumentista” (es decir, guionista) para dicha empresa. Hasta ese momento, El Pantera era escrito por su creador, Daniel Muñoz (Q.E.P.D.), a quien tuve oportunidad de conocer por ese entonces. Por cuestiones de dinero, Muñoz se peleó con los directivos de aquella editorial (es decir, la familia De la Parra) y se fue con sus cosas a otra parte. Sin embargo, los derechos de El Pantera pertenecían a Vid y una mañana, sin decir agua va, Jorge Morett, uno de los directores de la compañía, me puso ante la disyuntiva de hacerme cargo de los guiones de aquella historieta semanal. La oferta resultaba muy atrayente, todo un reto que acepté luego de algunas consideraciones de tipo ético (¿era correcto tomar la historieta de un compañero que se había ido? ¿No me convertía con ello en una especie de esquirol?). En fin.
Escribí treinta y tantos capítulos de El Pantera. No hice más porque diez meses después de irse, Daniel Muñoz se congració con los altos mandos de la editorial y regresó a hacer la revista, por lo cual me la quitaron del mismo modo intempestivo como me la habían dado. No obstante, pude conocer a fondo la personalidad del personaje, un tipo dicharachero (su jocoso lenguaje y sus frases eran de antología), contradictorio (era valiente pero de repente se acobardaba), galán (no había mujer que se le fuera viva), inteligente (o más bien lleno de mañas y astucia) y sobre todo de extracción eminentemente popular. La historieta se vendía muy bien porque la gente se identificaba con Gervasio Robles, El Pantera, y su segundo de a bordo, El Gorda con Chile (así se llamaba, lo juro).
En fin, esa fue la historia de mi relación con aquel personaje y aquella historieta (por culpa de la cual, mi gran amigo Adolfo Cantú desde hace años me dice Pantera).