
Sucedió a fines de noviembre de 1974. Yo tenía diecinueve años y llevaba escasas dos semanas de andar con Rosa, mi primera novia (por decirlo así) y ni por asomo imaginaba que mi relación con ella iba a durar cerca de dieciocho años más, que nos casaríamos, que tendríamos dos hijos y que nos divorciaríamos en 1992. Pero ese no es el tema. Recomienzo: sucedió a fines de noviembre de 1974. Desde dos años atrás, yo cantaba con Octubre (un dueto acústico que llegó a ser trío y cuya historia narraré en otra ocasión), al lado de Adolfo Cantú (de dieciséis años por ese entonces), mi mejor amigo de toda la vida, y gracias a mi hermano Sergio nos llegó la oportunidad de presentarnos por primera vez fuera de los límites del Distrito Federal. El lugar de nuestra actuación sería la pequeña ciudad de Huimanguillo, en Tabasco, y tocaríamos al final (¿o al principio?) de una función de cine independiente en Super-8, con películas de mi consanguíneo. Rosa fue a despedirme a la estación de autobuses de Oriente (la TAPO) y el viaje fue larguísimo.

Al llegar a Huimanguillo, que en aquel tiempo era más bien un pueblo muy chico y macondiano, fuimos recibidos por las organizadoras del evento, todas ellas señoras pertenecientes al Comité de Damas de la Asociación Ganadera de Huimanguillo (juro que es cierto) y lo primero que nos mostraron fue el pequeño cartel con el cual estaban promoviendo la función de cine y música. Era de risa loca, ya que en lugar de anunciar a Octubre (al que confundieron con una organización o grupo cultural), me mencionaban sólo a mí y lo hacían como "Hugo, el cantante de moda" (ver imagen). Pocas veces me he carcajeado tanto en la vida. Recuerdo que en el cuarto del hotelito donde nos hospedaron, Adolfo y yo materialmente nos revolcamos de la risa durante un muy largo rato.
Tan surrealista como eso fue la presentación. El local era una especie de gimnasio con pésima acústica y acudió muy poca gente, ya que para nuestra mala fortuna, después de unos veinte años de no hacerlo, justo ese día llegó un circo al pueblo y nos robó a los espectadores. Así, frente a una escasa veintena de señoras y niños, tocamos varias de mis canciones "de protesta" (según el cartel). Hubo un momento muy chistoso, cuando a la mitad de una canción, la gente empezó a hacer ruiditos con la boca y gestos con las manos, mismos que no entendíamos. Hasta que nos dimos cuenta de que un perro callejero se había metido al local y andaba en el escenario, detrás de nosotros. El público trataba de ahuyentarlo para que se fuera y pudiéramos tocar en paz. A pesar de todo, al final nos aplaudieron a rabiar y todo salió muy bien (hasta nos pagaron cien pesos). Así fue la primera y única gira de Octubre. Una experiencia francamente delirante.