Conocí a don Raúl en la década de los sesenta, siendo yo un niño, por la muy cercana amistad que había entre su familia y el lado paterno de la mía. Su hijo Pablo y yo éramos –y seguimos siendo- más o menos de la misma edad. Sin embargo, yo no tenía la menor idea de que aquel señor que parecía siempre gruñón y enfadado tenía un alter ego de nombre Nikito Nipongo, quien desde 1949 escribía una columna itinerante llamada “Perlas japonesas”, en la cual hacía pomada tanto a quienes mal hablaban y mal escribían el castellano como a todo tipo de funcionarios y otras lacras, cuyas corruptelas e idioteces eran blanco de su aguda y sardónica pluma. En 1991 coincidimos como colaboradores de la sección cultural de El Financiero, donde tuve la oportunidad de saludarlo más de una vez.
Raúl Prieto nació en San Pedro de los Pinos, en el Distrito Federal (y no en la inexistente “Ciudad de México”, como él siempre insistía), "al término de la Primera Guerra Mundial". Fue autor de numerosos libros, entre los cuales destacan El Diccionario, Madre Academia, ¡Vuelve la Real Madre Academia! y Museo Nacional de Horrores. Colaboró -con sus ya mencionadas "Perlas Japonesas"- en los diarios Excelsior, Novedades, La Jornada y El Financiero, así como en las revistas Siempre! y Sucesos.
Tuve la fortuna de entrevistarlo en febrero de 2002, en su casa de la colonia Roma. Una parte de esa charla se publicó en Milenio Semanal, el 31 de marzo del mismo año. La otra parte versó específicamente sobre su experiencia como crítico y la publiqué en La Mosca en la Pared. Lo recuerdo en bata, un tanto enfermo, aunque nada me hizo imaginar que su padecimiento se agravaría algunos meses más tarde. A pesar de su malestar, fue muy atento y cordial y era claro que su memoria y su agudeza permanecían intactas. Su voz gastada no ocultaba los matices irónicos de sus comentarios. He aquí el segmento que no se publicó en Milenio Semanal de la que quizás haya sido la última entrevista de don Raúl Prieto para algún medio.
¿Qué tan importante es la crítica?
Yo creo que es conveniente que exista. En lo personal, la practico como algo natural. Para mí es una diversión. Cuando veo que algo que ha sido publicado está mal escrito, en seguida trato de enmendarlo. No me interesa quién lo haya redactado o quién lo haya dicho, a mí sólo me importa señalar lo que aparece impreso. En general no trato de molestar al autor, aunque algunos me la refrescan cuando los critico. Pero no siempre es así. Por ejemplo, en cierta ocasión el maestro Luis Herrera de la Fuente confundió a la pirámide de Cuicuilco y dijo "la pirámide de Copilco". Yo lo critiqué en mi columna y don Luis reconoció que había metido las patas, me dio las gracias por televisión y de ahí nació una amistad que continúa hasta hoy. Don Luis no es un acomplejado. Se da cuenta de que ha cometido un error, lo reconoce y ya. Es muy importante que la crítica exista en todos los géneros. Por ejemplo, en el cine. De joven yo leía las críticas cinematográficas de Xavier Villaurrutia y me servían mucho, porque en general cuando este cuate juzgaba las películas tenía razón. También en política la crítica es muy importante, aunque los políticos suelen ser unos cretinazos que se molestan cuando se les cuestiona. Pero cuando un presidente, enfrente de la Real Academia de la Lengua, demuestra que es un ignorante y dice barbaridades como esa de "José Luis Borgues", se le tiene que señalar, aunque luego diga que la prensa dice puras babosadas.
¿Tiene usted alguna fórmula para hacer crítica?
No. Simplemente encargo varios periódicos y revistas, los reviso y por fortuna siempre encuentro perlas en ellos. Es una industria que no se acaba. Entonces, no me limito a los textos hablados o escritos, sino a toda clase de imbecilidades.
¿Qué opina de la famosa frase "el crítico es un artista frustrado"?
Bueno, yo no me considero un artista frustrado. Tengo muchos libros publicados y una carrera periodística larguísima. Son tonterías, mentiras. Algunas veces me han dicho amargado, pero no tiene caso molestarse por eso. ¿Cómo podría contestarles? ¿Con insultos? Además, a lo largo de mi carrera, la mayor parte de las cartas y llamadas que recibo son para felicitarme o para comentarme cosas en buen plan.
Hay otro lugar común que afirma que la crítica debe ser positiva y no negativa.
Esas son mamadas. La crítica debe ser destructiva. Si no, no es crítica. Ahora, yo podría escribir en contra del texto de una persona porque me cae mal. Ahí habría una trampa de mi parte. Por eso tengo que sujetarme al escrito, sin importar quién lo haga. El escrito tiene su independencia, sus virtudes, sus defectos, sus desaseos y a ellos y no a su autor es a lo que debo abocarme.
¿Puede haber crítica objetiva o siempre es subjetiva?
Claro, es obvio, es natural que deba ser subjetiva. Por ejemplo, si yo critico la forma de expresarse de Vicente Fox, no es simplemente por ganas de criticarlo, sino porque cometió un error. Eso es independiente de lo que yo pueda pensar de él o de que sea protector de funcionarias cursis como Josefina Vázquez Mota. A esa señora se le ocurrió quitar el nombre que tenía el Instituto Nacional de la Senectud, perfectamente bien nombrado por don Euquerio Guerrero, su fundador, quien no quiso llamar a los viejos "ancianos", "rucos" o "vetarros", sino "senectos", que es más delicadito. Pero no, gracias a esta santa mujer, ahora el organismo se llama Instituto Nacional de los Adultos en Plenitud. Igual que uno de sus programas políticos se llama "Contigo". Por demás cursi y estúpido.
¿Cómo se imagina usted un mundo en el cual no existiera la crítica?
Bastante aburrido. Ni siquiera puedo concebirlo.
Algunas Perlas japonesas*
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El cineasta Rubén Gámez señala en una entrevista: “Tequila es un film; film, no filme”. Don Rubén se niega a castellanizar la voz inglesa film (película), si se trata del sustantivo; mas no tiene empacho en traducir el verbo to film al español; o ¿qué acaso dice “voy a film una escena” en vez de “voy a filmar una escena”? Entonces sea congruente, señor Gámez y, si usa filmar, use también filme y déjese de jaladas.
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Tradujeron en México el título inglés de una cinta, Dad, rebautizándola Mi viejo. Se trata de una versión argentina, no mexicana: acá decimos mi papá o mi jefe. Si en México alguien se refiere a su viejo es la señora que habla de su marido.
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En el semanario Etcétera, Fabricio Mejía Madrid afirma: “La población se volca en las calles”. -¿Se volca?- pregunta estupefacta mi secretaria Macuca Toluca. –Quizá también se colga declarándose en holga, como conta cuando almorza, según sole hacerlo, pues así ni se las hole ni se forza ni se torce, sin importar si se amola porque su cautín no solda, pues no lo renova.
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El jueves 7 de abril de 1997, al llevar su espesa humanidad a las ruinas de Chichen Itza para colaborar en su deterioro, el señor Luciano Pavarotti declaró: “Es un privilegio estar en tierra maya y compartir (sic) una cultura que tuvo contacto con extraterrestres”. Algunos aplaudieron, en vez de que todo el público le aventara huevos podridos.
(*Tomadas del libro Perlas japonesas. Nikito Nipongo. Lectorum. 2001).